De olor afrutado, parecido al limón y tan refrescante como este, el jengibre se consume desde hace más de mil años en China e India.
Antiguamente se utilizaba no solo para aromatizar comidas, si no que las propiedades medicinales que se le atribuían, eran tales, que al parecer Confucio no comía nada que no lo llevara para prevenir, a parte de otras enfermedades, la lepra.
Como casi todas las especias, el jengibre se utilizaba para elaborar diversos tipos de perfumes, y actualmente lo podemos encontrar en perfumando cremas y locines de afeitar: ginger ale.
Su consumo, atribuía facultades eróticas y fortaleza en las relaciones sexuales, tan buscadas en Oriente desde tiempos inmemorables.
Por otro lado, en la Roma Imperial, en la que las especias dotaban de riqueza a aquel que las poseyera, el jengibre resultaba barato, pues su cultivo se hizo corriente en el siglo XIII.
Los romanos lo introdujeron en Bretaña, entre otras especias, porque las comidas de la isla les parecían insípidas, acostumbrados a deleitar sus paladares con la pimienta y los clavos. Y se menciona en el libro de Apicio, uno de los primeros sobre cocina que se conocen, como aromatizante de vinos y otros alimentos.
En el siglo XV los portugueses, llevaron su cultivo a África para alimentar a los esclavos y conseguir, gracias a su capacidad estimulante, que estos fueran más capaces y para aumentar el índice de natalidad entre ellos y así, aumentar su beneficio en tan lucrativo negocio.
En el siglo XVI los españoles lo llevaron a México y Jamaica y hoy en día se suele utilizar en la elaboración de currys y sobre todo en la cocina asiática.
Sus principales productores son Brasil India y China, tanto en grandes plantaciones como en huertas privadas y su comercio alcanza las 20.000 toneladas anuales.
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